Sunday, October 29, 2006

Geografía política

Si la miseria de nuestros pobres no es causada por las leyes de la naturaleza sino por nuestras instituciones, cuán grande es nuestro pecado.

-Charles Darwin-

A menudo hay historias interesantes que parecen mal codificadas. ¿Por qué se llama “de izquierda” a los radicales en política y “de derecha” a sus contrapartes conservadoras? Esta geometría de las opiniones políticas tiene su origen en la añeja costumbre europea de sentar a los miembros más distinguidos del parlamento a la derecha del presidente (debido al prejuicio antiguo donde la izquierda=siniestra=maligna), y debido a que nobles y magnates tienden a tener ideas más conservadoras, finalmente la posición de los asientos parlamentarios representa también una polarización política.

Por mucho tiempo la izquierda ha cargado con el lastre de la culpa del fracaso del socialismo y comunismo, Saramago incluso dijo que la crisis de la izquierda se da por una especie de miedo a pensar, porque “no han podido recuperarse de la derrota del socialismo real soviético. No se recuperan del trauma”. Y en esa apreciación estoy de acuerdo, la izquierda no ha sabido retomar el rumbo que una vez lo encaminó: la razón aplicada.

La Revolución francesa se da con la explosión de ideas divergentes pero con un fin común. El socialismo nace con algunos de los mejores y más tempranos trabajos que intentan mostrar la manera en que trabajan las relaciones hombre-capital-trabajo. Los enfoques racionalistas y científicos son en realidad el factor común de ambas revoluciones y no una posición política dogmática específica.

Sobre eso es que debe trabajar la izquierda de hoy: a pensar, a proponer. A diferencia de la derecha que se dedica a la argumentación ilógica de posiciones marcadamente clasistas e incluso religiosas, la izquierda tiene una obligación en la tradición humanista de defender y exaltar los principios de igualdad, libertad y fraternidad.

En ese orden de ideas para mi es inconcebible, y encuentro francamente ofensivo la declaración de algunos que llaman a la izquierda irracional, rebajándonos al nivel vulgar de la religión o el mesianismo cristiano. Es una declaración tan aberrante como llamar a un ateo “fundamentalista”, o al calor “ausencia de frío” (los deconstructivistas tienen ideas muy específicas al respecto pero asuntos tan terrenales como estos rara vez son de su interés).

La pregunta es entonces: cuál es entonces el remedio contra el paternalismo insano de la derecha, debido a su insuficiente aprecio (o plano desprecio) por las diferencias humanas, contra la equiparación auto elogiosa de las características propias (riqueza, inteligencia, fe, moral, resignación) con la virtud universal. Si no es con el estudio directo y profundo de la diversidad cultural humana...¿cómo? Es la pregunta. Esa es la cuestión que propulsa el moderno movimiento en defensa del pluralismo, en defensa de la cultura y obra de los grupos minoritarios (indígenas, homosexuales, discapacitados, etc.) y despreciados (ancianos, pobres, mujeres, etc.), convertidos en invisibles por el saber tradicional.

Sería inútil negar que se hayan cometido abusos en nombre de esta causa, a menudo por personas que defienden con demasiada vehemencia estas posiciones; ¿cuál es la novedad en ello? “Pero el empeño de algunos reaccionarios todavía más entusiastas por distorsionar o caricaturizar este movimiento, tildándolo de fascismos de izquierdas pero “correcto políticamente”, equivale a una cínica cortina de humo destinada a ocultar una lucha por el poder y por el control de los planes de estudio”1.

Prefiero al laicismo como instrumento que somete las aspiraciones hegemónicas de los credos. Prefiero dudar, cuestionar, razonar y exponer. Prefiero no guiarme por conceptos de raza, cultura, clase social o idioma. Prefiero maravillarme ante toda expresión de dignidad humana. Prefiero pensar que la injusticia no es normal. Prefiero pensar que la justicia social no es envidia. Prefiero pensar que las minifaldas son menos importantes que niños muriendo de hambre. Prefiero pensar que la libertad de expresión y asociación son preferibles a la paz forzada o la unidad nacional ficticia. Prefiero ser de izquierda que de derecha. Prefiero pensar.

Fernando Velázquez

(1)Stephen Jay Gould, La falsa medida del hombre.

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