Thursday, November 09, 2006

La Ley de Sociedades de Convivencia, ignorancia social y la doble moral religiosa

Del 2001 al 2004 se ha venido gestando en México un movimiento por el reconocimiento legal de las parejas del mismo sexo. El matrimonio gay parece ser una batalla entre la defensa de la igualdad que defiende la izquierda y la mesura conservadora tradicional de la derecha. El resultado de esta batalla es representativo del rumbo y tendencias ideológicas del pueblo mexicano, así como de la futura conformación, diversidad y cohesión social.

El matrimonio gay es reconocido en Bélgica, Canadá, Holanda, España y el estado norteamericano de Massachussets. En México, la propuesta que se hace está basada en el modelo francés de sociedades de convivencia, otros países que tienen modelos similares son: Andorra, Argentina, Brasil, Croacia, República Checa, Dinamarca, Finlandia, Alemania, Islandia, Israel, Luxemburgo, Nueva Zelanda, Noruega, Portugal, Eslovenia, Suecia, Suiza, Reino Unido, Tasmania y algunos estados de EEUU. Estas sociedades son maneras de garantizar los derechos matrimoniales mínimos entre las partes sin llamarle “matrimonio” por la intensidad del debate que suscita en esos países.

La legitimidad de este debate depende únicamente en la arbitrariedad de la definición de matrimonio. Desde el punto de vista estrictamente jurídico, el matrimonio es un contrato legal entre dos personas y no hay argumento racional que impida que esas dos personas sean del mismo sexo.

Los que se oponen a este tipo de unión, racionalizan su homofobia en alguno de los siguientes argumentos:

-Religioso: la unión homosexual va en contra de la enseñanza de los libros sagrados.

-Social: dice que el matrimonio heterosexual provee la base social de la civilización al ser su naturaleza esencialmente procreativa.

-Tradición: Cualquier cambio drástico en la estructura social tiene repercusiones graves negativos en los mínimos éticos y morales de los ciudadanos.

-Niños: los niños criados en hogares homosexuales podrían sufrir de enfermedades mentales.

El primer argumento no merece ser discutido, es inmune a la contraargumentación pero también a cualquier razonamiento por la sencilla razón de ser dogmático. Por supuesto que bajo el criterio laico de nuestra república ningún argumento religioso debe ser utilizado para constituir ninguna ley.

Sobre el segundo es evidente que el matrimonio es una institución cultural que ha cambiado con el tiempo, por lo que no es absoluta en su definición ni en su estructura. El mito de la familia como soporte de la civilización sólo puede ser defendido por quien no sabe nada de historia. La naturaleza procreativa es una desviación tramposa de la verdadera naturaleza represora del argumento, ¿o también negarían el derecho de matrimonio a una pareja heterosexual cuyos miembros fueran estériles?

La tradición es una mala razón para mantener cualquier tipo de creencia, pero en esta ocasión es especialmente peligrosa. Si en el pasado hubiéramos actuado de manera similar estaríamos en algún tipo de régimen teocrático cristiano o algo peor.Sería más lógico suponer que las uniones gay son otra fase evolutiva de esta institución. Los que defienden este argumento se olvidan que muchas veces el progreso viene de la mano de cambios drásticos: la poligamia está prohibida, las mujeres ya no se consideran propiedad del varón, el divorcio es legal, los métodos anticonceptivos son aceptados, el matrimonio interracial permitido, no hay esclavitud, segregación y muchos otros vicios que en el pasado eran “tradicionales”.

El tercer argumento es para mí el más peligroso porque es también el más sutil en su intolerancia. Viene del prejuicio añejo de que la homosexualidad es antinatural, moralmente ambigua o que puede ser una enfermedad. Esto es falso, ningún estudio ha mostrado jamás que los niños criados en estos hogares sean psicológicamente diferentes a los de las familias tradicionales. Así lo confirman La Liga Americana de Cuidado Infantil, la Academia Americana de Pediatría, la Asociación Americana de Psiquiatría, la Organización Mundial de la Salud, y muchos organismos de la ONU. No hay tal cosa como la familia modelo y nunca las ha habido, eso es un "conocimiento" propagado pero nunca demostrado. El principio preacautorio es simplemente prejuicio. Es estigmatizar a priori estas uniones llamándolas disfuncionales, ingenuamente comparándolas con crecer en un hogar de padre alcohólico y con violencia intrafamiliar. En este punto, a mi parecer no encuentro el daño potencial que se pudiera causar; a diferencia de obligar a los niños a ir a misa, o rezar a entes imaginarios, engañarlos con mitos como los reyes magos, y en general cualquier sentido religioso impuesto.

Espero que la propuesta sea aprobada. Es un primer paso para garantizar la igualdad y un golpe a la discriminación. Es un rechazo a la falsa moral de esos que aceptan sumisamente la pederastia de sus líderes religiosos. Pero sobretodo es una declaración explícita del poder de la razón y el humanismo.

Fernando Velázquez
Publicado en Un misterio a la vez

1 comment:

Antares said...

En definitiva, será necesaria la intervención de todos los integrantes para hacer un sitio más equitativo, después de todo "aquí nos tocó vivír" pero habrá que trabajar duro para vivír como queremos vivír. Esto implica que personas de distintos pensamientos o ideas tengan cabida en esta cultura tan excluyente como es a la fecha.

Por otra parte. ¿no es el gobierno el que tiene el compromiso de ver por los intéses de la ciudadanía? Demuestra un vacío en la ejecución de sus compromisos. Independientemente de las elecciones tomadas, somos humanos con derechos y responsabilidades, no se deja de ser ciudadano por ejercer diferentes decisiones.

Es necesario un ambiente que permita el respeto. Aunque no vivamos esa situación directamente, sería necesario no ser humano para no entenderlo.