Saturday, November 25, 2006

Para estar en el mundo

“¿Quieren ser personas de nuestro siglo y gente despierta? Esfuércense por obtener las informaciones útiles para la vida. No permanezcan en la ignorancia y en la apatía. No sean ovejas que caminan con la cabeza baja”.
-Paulo VI-


La madurez en la fe, como la madurez en la vida y en la expresión, implica el desarrollo de la conciencia crítica, capaz de entender que el hombre puede y debe cambiar cualquier situación que no sea deseable. De ahí la necesidad de llegar a una conciencia política que perciba ese cambio como un compromiso, como una posibilidad y una urgencia de decisión personal, como una solidaridad con los demás hombres. Es decir, la necesidad de entender el evangelio no como un mandato, sino como una transformación que en sí misma es radical.


Habrá que vencer, por tanto, la conciencia religiosa mágica, que atribuye todo a un orden natural inevitable o a fuerzas inmutables y sagradas, y que vive su religión como una serie de actos culturales productores de santidad y de salvación, no como un compromiso personal con los hombres y con dios, en la lucha cotidiana por vencer el mal del mundo, por crear el amor y por irse haciendo hermano de los hombres e hijo de dios.

Habrá que vencer la conciencia apática, que permanece indiferente, falta de energía y de voluntad, impotente ante los males del mundo y ante el sufrimiento de los hombres.

Habrá que vencer la conciencia ingenua, que cándidamente ignora el mal del mundo y la injusticia humana, y se refugia en una nube color de rosa, porque las cosas y los hombres no pueden ser tan malos.

Y habrá que vencer la conciencia convenenciera, que elude abrir los ojos y comprometerse, que juzga a conveniencia el bien y el mal para evitar la rectitud.
Estas cuatro conciencias facilitan la dependencia infantil, la pertenencia pasiva y la inacción.

La conciencia crítica, en cambio, examina las causas, provoca cambios, enjuicia, se pronuncia, se enfrenta, dice su verdad y se compromete. Está en la persona libre, educa para ser libre y orienta siempre a la libertad. Por eso milita contra el dominio del hombre por el hombre, contra el abuso del poder, contra el atropello de lo sagrado. Relativiza las jerarquías que son negación de la fraternidad.

Cuando la autoridad se convierte en dominio, teme a la libertad, se refugia en el secreto y se erige en dueña de la verdad. Sólo la autoridad auténtica acepta sus límites. El poder autoritario, porque lo es, no sólo teme a la verdad, sino que teme al futuro. Por eso controla o cancela los canales de expresión. No quiere que la opinión pública le resulte incontrolable.

Pero hay en la iglesia quienes quieren vivir su compromiso histórico en el sentido de la esperanza, con una gran voluntad de cambio que desafíe las estructuras mismas de la sociedad en que vivimos. Para ellos han terminado los tiempos de la buena conciencia ante la situación de los pobres, ante la inhumanidad de la sociedad, de los ídolos que adora y de las justificaciones en las que se ampara. Jesucristo no es, para ellos, un conjunto de piezas que cada quien arma como le viene en gana, ni una mercancía que se vende según la mercadotecnia particular, ni un ídolo intercambiable.

Ésta es, inevitablemente, como lo fue de los profetas, una batalla de la libertad de expresión y de la opinión pública, que se pronuncia sobre el tema, porque es una lucha del hombre por el hombre. Tendrá que ser una batalla dura. Posiblemente se exprese en el antagonismo a todo lo que les niega a los pobres el acceso a la dignidad humana, a la fraternidad con los demás hombres y a los bienes que les corresponden por su derecho de ser humanos. Quizá sea el antagonismo la única forma de expresión que les han dejado. De esta magnitud son la importancia y la necesidad de la expresión libre y de la opinión pública.

-Enrique Maza, La libertad de expresión en la Iglesia, 2006-

*Enrique Maza es sacerdote jesuita y trabajó en la Obra Nacional de la Buena Prensa A.C. Tiene Maestría en Ciencias y Humanidades, en Filosofía y en Teología; y licenciatura en Periodismo.

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