Martín Bonfil Olivera
Milenio Diario, 13 de diciembre de 2006
Más allá de prejuicios partidistas, los hechos preocupan.
Primero, el nombramiento de la responsable de la que podría haber sido el área más determinante para cambiar el destino de nuestro país: la educación. La llegada de Josefina Vázquez Mota, notoria por ser autora del best-seller Dios mío, hazme viuda, muestra claramente que el gobierno entrante no percibe la importancia de la secretaría que en otros tiempos ocuparan algunos de los más destacados intelectuales mexicanos.
Luego vino el recorte al rubro de cultura: 2 mil millones de pesos menos que el año que termina. Nuevamente, quedaban de manifiesto las prioridades calderonistas: el dinero va primero; la cultura es opcional.
Y llegó el nombramiento de Juan Carlos Romero Hicks, exrector de la Universidad de Guanajuato y exgobernador de ese estado, vinculado al ultraconservador Yunque, con nula experiencia en asuntos de ciencia, como director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Como probable pago de cuotas políticas, el hecho augura pobres tiempos para la ciencia. Ya el sexenio pasado el Conacyt había preferido apoyar a industriales que promover la investigación. Cayó en la falacia de que existe una ciencia aplicada que hay que apoyar en detrimento de una ciencia básica supuestamente inútil. En realidad, lo que hay que apoyar es la buena ciencia, cuyo único producto es el conocimiento (que luego puede, claro, aplicarse… si se tiene).
La comunidad científica ha comenzado a manifestarse en contra del nombramiento de alguien ajeno al campo para dirigir la política científica nacional. Esperemos, a falta de otra alternativa, que los malos augurios no se cumplan y que Romero se asesore de verdaderos expertos y escuche la voz de la comunidad científica nacional.
La puntilla en esta ola de nubes negras fueron el brutal recorte al sector educativo (que afortunadamente intentarán revertir legisladores más sensatos) y la burlona expresión de ignorancia del diputado Raúl Padilla, presidente de la Comisión de Presupuesto. Como para confirmar paranoias, la campaña en contra de la cultura, la educación y las universidades públicas parece ser una realidad.Ojalá la propuesta del partido Alternativa, de reducir el presupuesto de los partidos políticos en 20% (500 millones) e invertirlo en educación, ciencia y cultura no caiga en oídos sordos.
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